Siempre que
recordaba su adorable adolescencia le venían ramalazos de las cosas
más banales e inocuas, pero casi todas similares y coincidentes con
los demás compañeros generacionales, insípidas ahora, pero que
cundían, a su manera, en los correosos días de paja y acné,
dejando un cesto lleno de añoranzas, pero lo que más y en mayor
calidad perduraba en sus recuerdos era la breve amistad con Geli.
En las lecturas quizás es donde cojeaban sus amigos, solo alguna niña leía más que él, pero las lecturas de ellas, eran demasiado empalagosas para sus exacerbados gustos, aunque de nada servia, que en algún caso raro hubiera coincidencia de gustos literarios, ya que las chicas de la egebé tenían un repelente anti niños normales que hacían nulo el intento de acercamiento. Nuestro protagonista, que podía ser cualquiera de nosotros, motivo por el cual no le ponemos nombre, no desistía en echar el anzuelo, en forma de los especiales de Conan de tapa dura o La fundación de Asimov en versión Circulo de lectores, que siempre le acompañaban debajo del brazo, otras veces los mudaba por algún Mortadelo y la versión de bolsillo de la Comunidad del anillo, aunque ese día solamente llevaba un elepé, el cuándo se come aquí, de Siniestro, para prestárselo a un amigo. No se había fijado demasiadas veces en Geli, Angelines para los profesores, solo cuando la llamaban al encerado, ya que no quedaba otro remedio, y tampoco reparaba en detalles, escasez de pecho y culo carpeta, para una mujercita de trece años, en tiempos de fulgor onanista, no eran unas buenas credenciales. Era lo que se decía, muy poca cosa, una nariz de jilguero asomaba nítida, entre la larga melena negra que cubría el resto de la cara, una vestimenta algo masculina para la época pero las mejores notas de clase. Estaba tocando la sirena y recogiendo los libros para largarse cuando le preguntó para quién era el disco.
En las lecturas quizás es donde cojeaban sus amigos, solo alguna niña leía más que él, pero las lecturas de ellas, eran demasiado empalagosas para sus exacerbados gustos, aunque de nada servia, que en algún caso raro hubiera coincidencia de gustos literarios, ya que las chicas de la egebé tenían un repelente anti niños normales que hacían nulo el intento de acercamiento. Nuestro protagonista, que podía ser cualquiera de nosotros, motivo por el cual no le ponemos nombre, no desistía en echar el anzuelo, en forma de los especiales de Conan de tapa dura o La fundación de Asimov en versión Circulo de lectores, que siempre le acompañaban debajo del brazo, otras veces los mudaba por algún Mortadelo y la versión de bolsillo de la Comunidad del anillo, aunque ese día solamente llevaba un elepé, el cuándo se come aquí, de Siniestro, para prestárselo a un amigo. No se había fijado demasiadas veces en Geli, Angelines para los profesores, solo cuando la llamaban al encerado, ya que no quedaba otro remedio, y tampoco reparaba en detalles, escasez de pecho y culo carpeta, para una mujercita de trece años, en tiempos de fulgor onanista, no eran unas buenas credenciales. Era lo que se decía, muy poca cosa, una nariz de jilguero asomaba nítida, entre la larga melena negra que cubría el resto de la cara, una vestimenta algo masculina para la época pero las mejores notas de clase. Estaba tocando la sirena y recogiendo los libros para largarse cuando le preguntó para quién era el disco.
-Se lo iba a prestar
a Juan el de séptimo be, pero parece que hoy iba al dentista.
-Me lo puedes dejar
a mí? los vi en Tocata y me parecieron muy divertidos, cantaban algo
sobre bailar en una tumba.
-Éste es el
primero, mucho más punki, estaba otro cantante.
-Me da igual, me lo
prestas?
Llegó a casa sin el
disco, pero con una rara sensación que le recorría todo el cuerpo,
busco la mil veces usada y heredada revista Lib, escondida en el doble fondo de un armario, y se hizo una breve
e intensa paja.
Los siguientes días
fueron una sucesión de encuentros cortos a la salida de clase, un
día para prestarle el Agotados... de Ilegales, otro, ya metidos en
honduras, el primero de la Polla, después vendrían los de
Decibelios, pero de ahí no pasó la cosa.
- No me prestes más
discos, no me gusta ese estilo de música, si pongo eso en el
tocadiscos de mi padre igual lo tira por la ventana.
- Entonces?
- Me gustas tú.
El cielo tornó
gris, el mar se puso bravo, un rayo partió un árbol, pero hacia un
sol del carajo. Todo sucedió en escasos segundos, se quedó sin
habla y la miró fijamente, y le pareció la tía más guapa del
mundo, más que antes de interesarse por sus gustos musicales, ahora
le importaba una mierda que la tímida y dulce Geli escuchara a Los
Pecos y que cada quince días corriera como una imbécil a comprarse
la Super pop. Empezaba su largo año de glorioso y sempiterno primer noviazgo.
@jorjowski
Foto: Tira del dibujante Abuli-Leo Sanchez. Revista Metropol nº3 1983
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